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Persecuciones, amenazas de muerte por motivos de raza, religión u orientación sexual, guerras, violaciones, secuestros, torturas, agresiones… son algunas de las muchas razones que han obligado a 70,8 millones de personas en todo el mundo a huir de sus hogares, 37.000 al día, según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR.

El estrés post-traumático o la revivencia de experiencias son algunas de la primera dificultades en superar “Nadie abandona su hogar, a menos que su hogar sea la boca de un tiburón”, con este verso comienza la escritora de origen somalí Warsan Shire su poema ‘Hogar’, un desgarrador testimonio que evidencia que dejar atrás familia, amistades, hogar, es un recurso de extrema necesidad y urgencia al que se acude solo cuando la otra opción es la muerte. Solo en 2018, llegaron a España 65.400 personas para intentar salvar sus vidas. Lo hicieron por distintas vías pero por un mismo motivo: huir de la boca del tiburón; de situaciones que, probablemente, muchas de las personas que ahora leemos este artículo somos incapaces de imaginar y que provocan una profunda huella en la salud física, pero sobre todo en la salud mental de quienes migran bajo estas circunstancias. Ante una percepción de que la situación de estas personas se está agravando cada vez más, en SALUD MENTAL ESPAÑA hemos querido acercarnos a estas realidades de la mano de entidades especializadas en atención a población migrante, refugiada y solicitante de asilo, para conocer en qué punto real se encuentra el cuidado de la salud mental de este sector de población. Todas coinciden en que la situación está empeorando y en que es necesario actuar e invertir recursos.
 

La Directiva Europea de Acogida obliga a los Estados europeos a “garantizar la protección de la salud mental de las personas refugiadas” y en 2008 el Parlamento Europeo emitió unas recomendaciones a los estados miembro para la adopción de medidas para combatir las desigualdades sanitarias de la población migrante irregular.

 
  Camino Gutiérrez Vega, Coordinadora del Servicio de Atención Psicológica de Accem, asegura que la incidencia de casos de problemas de salud mental más graves va aumentando cada año y reconoce que “se están recrudeciendo las experiencias que tienen las personas tanto en origen como en tránsito, lo que endurece el proceso de duelo migratorio e impacta directamente en su salud mental”. El duelo migratorio es el proceso de adaptación a la nueva realidad por el que ha de pasar cualquier persona que abandona su país, independientemente de las razones por las que lo haga, y en el que tienen que elaborar, asumir y superar las pérdidas asociadas a la experiencia migratoria, como la lengua, la cultura, familia y amistades, etc. “En el caso de las personas refugiadas o solicitantes de asilo”, explica Camino, “a este duelo migratorio suman el poso traumático de tener que salir de sus países de forma inmediata e involuntaria y, en muchas ocasiones, bajo circunstancias de vida o muerte. Tienen que afrontar las experiencias vividas en tránsito, que dejan una huella en su salud mental que es fundamental trabajar cuando llegan aquí y encontrar una respuesta adaptativa”. La psicóloga destaca la especial incidencia que tienen sobre la salud mental las experiencias vividas en el trayecto hasta llegar a España a través de la frontera Sur, porque a veces este trayecto es “más traumático y desgastante que lo que han vivido en sus países”, y que en el caso de las mujeres, se multiplican extraordinariamente.La-empatía-y-el-apoyo-fundamentales-para-la-recuperación-de-la-salud-mental   Lina Huertas, psicóloga de CEAR Madrid, advierte que el perfil de migrante solicitante de asilo está pasando del hombre solo, que luego intentaba traer al resto de la familia, a familias completas y mujeres solas con menores, hasta el punto de que CEAR cuenta con dos centros para recibir exclusivamente a estas madres que viajan solas. En este punto, Huertas subraya la situación de especial sufrimiento y vulnerabilidad de las mujeres que migran, provocada por el cúmulo de violencias a las que son sometidas, tanto a lo largo de su vida y que son la causa de su huida, como en el propio trayecto hasta llegar a Europa (violencia física, sexual, psicológica, económica, institucional, etc.). “La violencia sexual es la más frecuente y se da más de lo que imaginamos, ya sea por casos de abusos sexuales en la infancia o a lo largo de su vida, casos de trata y explotación sexual, matrimonios forzados, mutilación genital femenina…”. Estas violencias colocan a las mujeres en una situación de vulnerabilidad e inseguridad que hace que se atrevan menos que los hombres a pedir ayuda, si bien parece que esta situación está cambiando. Aunque cada vez más el porcentaje de hombres y mujeres que buscan atención psicológica es similar, el de hombres sigue siendo ligeramente superior, lo que muestra que todavía ellas se atreven menos a recurrir a estos recursos y recibir apoyo profesional.  

Una intervención a demanda

Una de las premisas desde la que parten las entidades para el trabajo de intervención con población migrante, refugiada y solicitante de asilo es hacer un abordaje psicosocial y a demanda. El primer paso es lograr que las personas identifiquen que pueden tener un problema para el que necesitan y pueden encontrar ayuda. El segundo, que se atrevan a buscar esa ayuda, superando los estigmas que rodean a los problemas de salud mental y a los y las profesionales de la Psicología. El tercero, recibir a la persona y que sea ella quien conduzca las sesiones, decidiendo los aspectos que necesita y quiere solucionar. Las psicólogas lo describen como un trabajo de comprensión de las circunstancias que cada persona quiere solucionar y de búsqueda de estrategias para superar las situaciones y experiencias que han provocado el problema, y que no siempre están relacionadas con las experiencias en origen o en tránsito, sino con las incertidumbres del aquí y el ahora, y su vinculación con el futuro. Para Camino Gutiérrez “resulta llamativo observar cómo muchas veces las personas, por distintos motivos, no tienen interés en trabajar cosas del pasado y prefieren centrarse en otras preocupaciones que tienen importantes sobre cómo salir adelante aquí”. El cuidado de un huerto urbano, entre las actividades de la residencia de Accem en Gijón. La especialista explica cómo “tendemos a suponer que una vez que estas personas han conseguido huir y llegan a un país seguro, ya estarán tranquilas y para ellas se habrá terminado todo lo malo”. Sin embargo, en el destino se acumulan nuevos factores que afrontar, derivados de la convivencia en una sociedad distinta. “Son nuevas costumbres, olores, calles, forma de vestir, de funcionar y organizarse… en definitiva, muchos aspectos que cuesta ir asumiendo”. “Como profesionales de la Psicología”, continúa Camino, “es importante que detectemos dónde podemos aportar más, y que la propia persona señale los puntos sobre los que se quiere centrar para paliar los síntomas que le impiden funcionar en otras esferas de la vida como la formativa, la familiar, laboral, relacional, etc. ya sea interviniendo sobre el pasado traumático, apoyando a la resolución de problemas cotidianos y reforzando capacidades para afrontar de forma autónoma esos problemas. En ocasiones, combinando un trabajo terapéutico sobre las experiencias pasadas y el proceso de adaptación a este nuevo entorno”. En el trabajo de terapia, Lina Huertas destaca como factor fundamental incluir “una parte de psicología transcultural, de aprendizaje de otros malestares que se pueden vivir en determinados países, o que se nombran de una forma diferente, así como la comprensión de los métodos de trabajo en esos países”. Entre las complicaciones que se presentan con más frecuencia, se encuentran ansiedad, trastornos depresivos, trastornos del sueño, duelos migratorios complicados, síntomas de re-experimentación y pensamientos recurrentes, o estrés postraumático. “Desafortunadamente”, añade Camino, “vemos otras situaciones más graves y difíciles que se complican con síntomas del espectro psicótico, con trastornos delirantes, alucinaciones, despersonalizaciones, disociaciones intensas, o cuadros esquizofrénicos”.  

Recursos para las personas con problemas más graves

Para las personas que presentan problemas de salud mental más graves, parte de su proceso de adaptación a la nueva situación pasa por la convivencia en casas tuteladas, donde comparten responsabilidades e inician una fase de recuperación, que les permitirá posteriormente continuar con un proceso de inserción social y laboral.  
 

El Plan de Acción Integral sobre Salud Mental 2013-2020, de la OMS determina que es “requisito esencial que los servicios respondan a las necesidades de los grupos vulnerables y marginados de la sociedad”, entre los que se encuentran “los supervivientes de actos violentos, los pueblos indígenas, los migrantes, los solicitantes de asilo, las personas privadas de libertad o los grupos minoritarios en el contexto nacional”.

 
  Accem cuenta, desde hace dos años, con una de estas casas en Asturias, con capacidad para siete personas, basada en un modelo de rehabilitación psicosocial, donde las personas reciben atención psicológica, asisten a clases de castellano (cuando lo necesitan), participan en actividades culturales y de ocio, y realizan trabajos que les permitan continuar con su itinerario de inserción habitual. El recurso se puso en marcha hace dos años, después de detectar que a los dispositivos de acogida tradicionales iban llegando cada vez más personas en situaciones más graves que necesitaban recursos residenciales especializados.  

La incertidumbre y un entorno hostil, factores de riesgo de suicidio

La hostilidad del nuevo entorno, las diferencias sociales, la incertidumbre y las pocas perspectivas de futuro, se convierten en factores de riesgo y detonantes de ideaciones suicidas. Lina Huertas constata, a partir de su experiencia, “que las situaciones están siendo más complicadas ahora” y les están llegando muchos casos de ideaciones suicidas, incluso algún caso de amenaza real. La psicóloga advierte que hay que estar atentos no solo ante expresiones más explícitas, sino con aquellas más sutiles. “Expresiones tales como ‘preferiría quedarme dormido’, ‘no quiero estar con mis hijos’ o ‘estoy cansado’… son algunas manifestaciones verbales sobre las que tenemos que estar alerta”, apunta Lina, quien reclama una red de apoyo y un protocolo de intervenciones para saber cómo actuar, sobre todo, en los casos más extremos. arcoiris “A veces tienes alguna referencia, pero en otras ocasiones no sabes a quién o a dónde recurrir”. En este sentido, la psicóloga recuerda también la ausencia, en muchos casos, de un tejido familiar, de amistades o personas más cercanas, a las que poder recurrir como soporte para abordar estos casos, “por lo que en estas ocasiones nos resulta difícil actuar”. Para los y las profesionales es primordial que la atención de la población migrante pase de una mera cobertura de las necesidades físicas, a cubrir también las necesidades psicológicas, procurando así un refugio también para la salud mental.   Reportaje publicado en el nº 2 de la Revista Encuentro, 2019.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row] [post_title] => Cuando la salud mental también busca refugio [post_excerpt] => Reportaje publicado en Revista Encuentro sobre la situación que viven las personas desplazadas, ya sea por migración o búsqueda de refugio por conflictos bélicos y/o políticos, las consecuencias para su salud mental y la atención que reciben. [post_status] => publish [comment_status] => closed [ping_status] => open [post_password] => [post_name] => salud-mental-refugio-migracion [to_ping] => [pinged] => https://chombi.es/centro-documentacion/revista-encuentro-n2-2019-50574/ [post_modified] => 2020-04-19 20:48:18 [post_modified_gmt] => 2020-04-19 18:48:18 [post_content_filtered] => [post_parent] => 0 [guid] => https://chombi.es/?p=51578 [menu_order] => 0 [post_type] => post [post_mime_type] => [comment_count] => 0 [filter] => raw )

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Cuando la salud mental también busca refugio

18/12/2019

Reportaje publicado en Revista Encuentro sobre la situación que viven las personas desplazadas, ya sea por migración o búsqueda de refugio por conflictos bélicos y/o políticos, las consecuencias para su salud mental y la atención que reciben.

Persecuciones, amenazas de muerte por motivos de raza, religión u orientación sexual, guerras, violaciones, secuestros, torturas, agresiones… son algunas de las muchas razones que han obligado a 70,8 millones de personas en todo el mundo a huir de sus hogares, 37.000 al día, según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR.

El estrés post-traumático o la revivencia de experiencias son algunas de la primera dificultades en superar

“Nadie abandona su hogar, a menos que su hogar sea la boca de un tiburón”, con este verso comienza la escritora de origen somalí Warsan Shire su poema ‘Hogar’, un desgarrador testimonio que evidencia que dejar atrás familia, amistades, hogar, es un recurso de extrema necesidad y urgencia al que se acude solo cuando la otra opción es la muerte.

Solo en 2018, llegaron a España 65.400 personas para intentar salvar sus vidas. Lo hicieron por distintas vías pero por un mismo motivo: huir de la boca del tiburón; de situaciones que, probablemente, muchas de las personas que ahora leemos este artículo somos incapaces de imaginar y que provocan una profunda huella en la salud física, pero sobre todo en la salud mental de quienes migran bajo estas circunstancias.

Ante una percepción de que la situación de estas personas se está agravando cada vez más, en SALUD MENTAL ESPAÑA hemos querido acercarnos a estas realidades de la mano de entidades especializadas en atención a población migrante, refugiada y solicitante de asilo, para conocer en qué punto real se encuentra el cuidado de la salud mental de este sector de población. Todas coinciden en que la situación está empeorando y en que es necesario actuar e invertir recursos.


 

La Directiva Europea de Acogida obliga a los Estados europeos a “garantizar la protección de la salud mental de las personas refugiadas” y en 2008 el Parlamento Europeo emitió unas recomendaciones a los estados miembro para la adopción de medidas para combatir las desigualdades sanitarias de la población migrante irregular.

 


 

Camino Gutiérrez Vega, Coordinadora del Servicio de Atención Psicológica de Accem, asegura que la incidencia de casos de problemas de salud mental más graves va aumentando cada año y reconoce que “se están recrudeciendo las experiencias que tienen las personas tanto en origen como en tránsito, lo que endurece el proceso de duelo migratorio e impacta directamente en su salud mental”.

El duelo migratorio es el proceso de adaptación a la nueva realidad por el que ha de pasar cualquier persona que abandona su país, independientemente de las razones por las que lo haga, y en el que tienen que elaborar, asumir y superar las pérdidas asociadas a la experiencia migratoria, como la lengua, la cultura, familia y amistades, etc. “En el caso de las personas refugiadas o solicitantes de asilo”, explica Camino, “a este duelo migratorio suman el poso traumático de tener que salir de sus países de forma inmediata e involuntaria y, en muchas ocasiones, bajo circunstancias de vida o muerte. Tienen que afrontar las experiencias vividas en tránsito, que dejan una huella en su salud mental que es fundamental trabajar cuando llegan aquí y encontrar una respuesta adaptativa”.

La psicóloga destaca la especial incidencia que tienen sobre la salud mental las experiencias vividas en el trayecto hasta llegar a España a través de la frontera Sur, porque a veces este trayecto es “más traumático y desgastante que lo que han vivido en sus países”, y que en el caso de las mujeres, se multiplican extraordinariamente.La-empatía-y-el-apoyo-fundamentales-para-la-recuperación-de-la-salud-mental

 

Lina Huertas, psicóloga de CEAR Madrid, advierte que el perfil de migrante solicitante de asilo está pasando del hombre solo, que luego intentaba traer al resto de la familia, a familias completas y mujeres solas con menores, hasta el punto de que CEAR cuenta con dos centros para recibir exclusivamente a estas madres que viajan solas.

En este punto, Huertas subraya la situación de especial sufrimiento y vulnerabilidad de las mujeres que migran, provocada por el cúmulo de violencias a las que son sometidas, tanto a lo largo de su vida y que son la causa de su huida, como en el propio trayecto hasta llegar a Europa (violencia física, sexual, psicológica, económica, institucional, etc.). “La violencia sexual es la más frecuente y se da más de lo que imaginamos, ya sea por casos de abusos sexuales en la infancia o a lo largo de su vida, casos de trata y explotación sexual, matrimonios forzados, mutilación genital femenina…”. Estas violencias colocan a las mujeres en una situación de vulnerabilidad e inseguridad que hace que se atrevan menos que los hombres a pedir ayuda, si bien parece que esta situación está cambiando.

Aunque cada vez más el porcentaje de hombres y mujeres que buscan atención psicológica es similar, el de hombres sigue siendo ligeramente superior, lo que muestra que todavía ellas se atreven menos a recurrir a estos recursos y recibir apoyo profesional.

 

Una intervención a demanda

Una de las premisas desde la que parten las entidades para el trabajo de intervención con población migrante, refugiada y solicitante de asilo es hacer un abordaje psicosocial y a demanda.

El primer paso es lograr que las personas identifiquen que pueden tener un problema para el que necesitan y pueden encontrar ayuda. El segundo, que se atrevan a buscar esa ayuda, superando los estigmas que rodean a los problemas de salud mental y a los y las profesionales de la Psicología. El tercero, recibir a la persona y que sea ella quien conduzca las sesiones, decidiendo los aspectos que necesita y quiere solucionar.

Las psicólogas lo describen como un trabajo de comprensión de las circunstancias que cada persona quiere solucionar y de búsqueda de estrategias para superar las situaciones y experiencias que han provocado el problema, y que no siempre están relacionadas con las experiencias en origen o en tránsito, sino con las incertidumbres del aquí y el ahora, y su vinculación con el futuro.

Para Camino Gutiérrez “resulta llamativo observar cómo muchas veces las personas, por distintos motivos, no tienen interés en trabajar cosas del pasado y prefieren centrarse en otras preocupaciones que tienen importantes sobre cómo salir adelante aquí”.

El cuidado de un huerto urbano, entre las actividades de la residencia de Accem en Gijón.

La especialista explica cómo “tendemos a suponer que una vez que estas personas han conseguido huir y llegan a un país seguro, ya estarán tranquilas y para ellas se habrá terminado todo lo malo”. Sin embargo, en el destino se acumulan nuevos factores que afrontar, derivados de la convivencia en una sociedad distinta. “Son nuevas costumbres, olores, calles, forma de vestir, de funcionar y organizarse… en definitiva, muchos aspectos que cuesta ir asumiendo”. “Como profesionales de la Psicología”, continúa Camino, “es importante que detectemos dónde podemos aportar más, y que la propia persona señale los puntos sobre los que se quiere centrar para paliar los síntomas que le impiden funcionar en otras esferas de la vida como la formativa, la familiar, laboral, relacional, etc. ya sea interviniendo sobre el pasado traumático, apoyando a la resolución de problemas cotidianos y reforzando capacidades para afrontar de forma autónoma esos problemas. En ocasiones, combinando un trabajo terapéutico sobre las experiencias pasadas y el proceso de adaptación a este nuevo entorno”.

En el trabajo de terapia, Lina Huertas destaca como factor fundamental incluir “una parte de psicología transcultural, de aprendizaje de otros malestares que se pueden vivir en determinados países, o que se nombran de una forma diferente, así como la comprensión de los métodos de trabajo en esos países”.

Entre las complicaciones que se presentan con más frecuencia, se encuentran ansiedad, trastornos depresivos, trastornos del sueño, duelos migratorios complicados, síntomas de re-experimentación y pensamientos recurrentes, o estrés postraumático. “Desafortunadamente”, añade Camino, “vemos otras situaciones más graves y difíciles que se complican con síntomas del espectro psicótico, con trastornos delirantes, alucinaciones, despersonalizaciones, disociaciones intensas, o cuadros esquizofrénicos”.

 

Recursos para las personas con problemas más graves

Para las personas que presentan problemas de salud mental más graves, parte de su proceso de adaptación a la nueva situación pasa por la convivencia en casas tuteladas, donde comparten responsabilidades e inician una fase de recuperación, que les permitirá posteriormente continuar con un proceso de inserción social y laboral.

 


 

El Plan de Acción Integral sobre Salud Mental 2013-2020, de la OMS determina que es “requisito esencial que los servicios respondan a las necesidades de los grupos vulnerables y marginados de la sociedad”, entre los que se encuentran “los supervivientes de actos violentos, los pueblos indígenas, los migrantes, los solicitantes de asilo, las personas privadas de libertad o los grupos minoritarios en el contexto nacional”.

 


 

Accem cuenta, desde hace dos años, con una de estas casas en Asturias, con capacidad para siete personas, basada en un modelo de rehabilitación psicosocial, donde las personas reciben atención psicológica, asisten a clases de castellano (cuando lo necesitan), participan en actividades culturales y de ocio, y realizan trabajos que les permitan continuar con su itinerario de inserción habitual. El recurso se puso en marcha hace dos años, después de detectar que a los dispositivos de acogida tradicionales iban llegando cada vez más personas en situaciones más graves que necesitaban recursos residenciales especializados.

 

La incertidumbre y un entorno hostil, factores de riesgo de suicidio

La hostilidad del nuevo entorno, las diferencias sociales, la incertidumbre y las pocas perspectivas de futuro, se convierten en factores de riesgo y detonantes de ideaciones suicidas. Lina Huertas constata, a partir de su experiencia, “que las situaciones están siendo más complicadas ahora” y les están llegando muchos casos de ideaciones suicidas, incluso algún caso de amenaza real.

La psicóloga advierte que hay que estar atentos no solo ante expresiones más explícitas, sino con aquellas más sutiles. “Expresiones tales como ‘preferiría quedarme dormido’, ‘no quiero estar con mis hijos’ o ‘estoy cansado’… son algunas manifestaciones verbales sobre las que tenemos que estar alerta”, apunta Lina, quien reclama una red de apoyo y un protocolo de intervenciones para saber cómo actuar, sobre todo, en los casos más extremos.

arcoiris

“A veces tienes alguna referencia, pero en otras ocasiones no sabes a quién o a dónde recurrir”. En este sentido, la psicóloga recuerda también la ausencia, en muchos casos, de un tejido familiar, de amistades o personas más cercanas, a las que poder recurrir como soporte para abordar estos casos, “por lo que en estas ocasiones nos resulta difícil actuar”.

Para los y las profesionales es primordial que la atención de la población migrante pase de una mera cobertura de las necesidades físicas, a cubrir también las necesidades psicológicas, procurando así un refugio también para la salud mental.

 

Reportaje publicado en el nº 2 de la Revista Encuentro, 2019.