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[post_content] => Extremadura tiene 8 áreas sanitarias. En la que corresponde a las comarcas de Vegas Altas, La Serena y la Siberia extremeña, PROINES gestiona múltiples recursos de atención a la salud mental intentando que las personas que acuden a ellos pasen de un eslabón de la cadena al siguiente. El sistema funciona en base a una suerte de evolución constante en la que el límite siempre puede estar un paso más allá.
“Don Benito es el pueblo más grande de España”, asegura Antonio Lozano, director gerente de la Asociación para la Integración de las Personas con Enfermedad Mental (PROINES). Y bien podría parecer una ciudad. Rebasa ligeramente los 37.000 habitantes. En el centro del municipio, la sede de la entidad, que este año celebra su vigésimo aniversario, comparte espacio con el Centro de Rehabilitación Psicosocial. A finales de 2015 se cumplen también 10 años desde que la asociación ganara el concurso de licitación y empezara a gestionar el recurso. “Pronto habrá que ponerse a rellenar los pliegos”, dice Lozano, como anotando mentalmente la cita. Este centro es el único de los gestionados por PROINES que funciona en régimen de concierto con la Administración. Los demás operan a base de subvenciones. Una situación que el Observatorio de Salud Mental de FEAFES Extremadura está intentando cambiar porque “estar sujetos a subvenciones supone estar en una situación de inestabilidad tremenda, de cara a los usuarios, a los profesionales y a las empresas”, lamenta Lozano.
A pesar de esa incertidumbre, la oferta de servicios de PROINES ha ido creciendo en sus 20 años de vida, conforme a los requerimientos de las personas que acuden a ella. El primero de los eslabones del sistema es el Centro de Rehabilitación Psicosocial pero, superada esa fase, la idea es que cada beneficiario avance a otro, en función de sus necesidades y capacidades, para evitar una posible recaída y facilitar su plena integración. Ese proceso de crecimiento no acaba nunca. “No hay eslabón último”, dice Lozano. Por eso, cuando es preguntado por el número de proyectos que alberga la asociación que dirige, responde que más de 200. “Tenemos tantos proyectos como personas”, asevera.
En esa segunda fase, la opción varía. PROINES atiende, por un lado, y en la medida de sus posibilidades, la integración laboral -a través del centro Laboral y ocupacional, la formación específica y el apoyo en la búsqueda activa de empleo- y, por otro, la autonomía personal, a través de las viviendas supervisadas. Ambas vías son claves para el empoderamiento y la independencia de las personas, y en ambas hay más demanda que oferta. “Los recursos en Extremadura son insuficientes”, asegura Lozano. Lo mismo opina Miguel Ángel Muñoz, que levanta la mirada del marco de fotos en el que está trabajando para denunciar la escasez de presupuesto destinado a esta materia en su Comunidad. Fabrica, de manera artesanal, marcos y pequeñas encuadernaciones. Es uno de los miembros del taller ocupacional con vistas a acceder, en un futuro próximo, a una de las plazas de formación destinadas a la integración en el mercado laboral ordinario.
A escasos metros, una decena de personas trabajan montando y empaquetando patas de somieres para una empresa colaboradora. Es un trabajo simulado y A cambio reciben una pequeña aportación que PROINES invierte en actividades de ocio. De esta forma, asegura Cándida Parejo, la técnica de integración laboral y ocupacional de la asociación, “se acostumbran a tener una rutina, se sienten útiles y trabajan sus habilidades sociales y psicomotrices”.
Entre los ruidos del taller se cuela la voz de Manuel Romero. Es miembro de la Asociación en favor de las Personas con Discapacidad Intelectual de Don Benito (APROSUBA). Tiene un huerto en el que trabaja con los beneficiarios de su entidad y se ha acercado a las instalaciones de PROINES en busca del consejo de Reyes, ingeniera agrónoma, que está impartiendo allí el curso de viverista.
Ella se encarga de la formación teórica y práctica. Les enseña a realizar “las labores preparatorias del terreno, el mantenimiento, la conservación y el desarrollo de plantas hortícolas y ornamentales”. En el terreno aprenden “el mimo y el cariño con el que hay que tratar al producto”, explica la agrónoma.
Cándida Parejo no sólo busca el nicho de mercado antes de programar las actividades formativas, sino que se encarga después de buscar empleadores que estén dispuestos a contratar personas con un trastorno mental grave. Ha conseguido establecer una colaboración estrecha con varias empresas, pero asegura que la discriminación en este sentido sigue patente. Está decidida, sin embargo, a no ceder ante los prejuicios. Entre trabajadores y estudiantes han habilitado una zona ajardinada junto al invernadero, donde Parejo organiza desayunos empresariales “para que quienes hacen las contrataciones puedan ver que [los alumnos] están perfectamente preparados para trabajar”. En los 9 años que lleva trabajando para PROINES, insiste, “no se ha dado ninguna baja laboral por recaída”.
Conquistar SiberiaSi la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña, parece ser el lema de los trabajadores de PROINES. La Siberia extremeña, al noreste de la provincia de Badajoz, es una zona rural en la que viven unas 26.000 personas que se reparten en 18 pequeñas localidades dispersas por un amplio territorio de 2.836 Km2. “Son pueblos sin recursos ni medios”, explica Lozano. María José Díaz, la trabajadora social de PROINES, añade que en estas zonas rurales el estigma es más fuerte que en las urbanas: “La enfermedad está tapada. El asunto económico se ha resuelto con una pensión y se ha normalizado que el afectado esté en casa. Pero el problema real sale a la luz cuando los padres de la persona con el trastorno de salud mental fallecen”.
Para evitar situaciones de este tipo, y con la premisa de que, en palabras de Lozano, “para que el modelo de atención sea eficiente tiene que pegarse al terreno y adaptarse a él”, PROINES ha puesto en marcha recientemente un centro de inserción social y acompañamiento integral en Talarrubias, uno de los pueblos de la Siberia extremeña. La ubicación del centro responde a criterios de optimización de recursos y de facilidad de gestión: Allí están también el centro de salud mental y el hospital comarcal.
Sin embargo, la financiación conseguida por PROINES para este proyecto es muy inferior a la necesaria. Por eso las funciones de inserción Social y de acompañamiento se realizan en un mismo centro, por una misma Terapeuta ocupacional –que trabaja con el apoyo constante de los profesionales de PROINES-, y por eso sólo están disponibles 20 horas a la semana. Es mucho menos de lo que se necesita, pero “la alternativa era no hacer nada”, dice Lozano, que confía en que el recurso irá creciendo poco a poco, como lo han hecho los de Don Benito.
De momento, la entidad ha organizado una jornada técnica para anunciar el centro a todos los profesionales del sector que trabajan en la zona, “para que sepan que pueden derivar allí a sus pacientes”, explica el director de PROINES. Se trata de afianzar un “recurso intermedio que al menos consiga paliar medianamente las necesidades de las personas con problemas de salud mental en la zona, para que puedan integrarse en la comunidad y recibir un tratamiento”. El primer eslabón.
Reportaje publicado en el número 2 de la revista Encuentro de 2015.
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Reportaje sobre los recursos que gestiona la asociación de Don Benito (Badajoz). Publicado en el nº 2 de la Revista Encuentro de 2015.
Extremadura tiene 8 áreas sanitarias. En la que corresponde a las comarcas de Vegas Altas, La Serena y la Siberia extremeña, PROINES gestiona múltiples recursos de atención a la salud mental intentando que las personas que acuden a ellos pasen de un eslabón de la cadena al siguiente. El sistema funciona en base a una suerte de evolución constante en la que el límite siempre puede estar un paso más allá.
“Don Benito es el pueblo más grande de España”, asegura Antonio Lozano, director gerente de la Asociación para la Integración de las Personas con Enfermedad Mental (PROINES). Y bien podría parecer una ciudad. Rebasa ligeramente los 37.000 habitantes. En el centro del municipio, la sede de la entidad, que este año celebra su vigésimo aniversario, comparte espacio con el Centro de Rehabilitación Psicosocial. A finales de 2015 se cumplen también 10 años desde que la asociación ganara el concurso de licitación y empezara a gestionar el recurso. “Pronto habrá que ponerse a rellenar los pliegos”, dice Lozano, como anotando mentalmente la cita. Este centro es el único de los gestionados por PROINES que funciona en régimen de concierto con la Administración. Los demás operan a base de subvenciones. Una situación que el Observatorio de Salud Mental de FEAFES Extremadura está intentando cambiar porque “estar sujetos a subvenciones supone estar en una situación de inestabilidad tremenda, de cara a los usuarios, a los profesionales y a las empresas”, lamenta Lozano.
A pesar de esa incertidumbre, la oferta de servicios de PROINES ha ido creciendo en sus 20 años de vida, conforme a los requerimientos de las personas que acuden a ella. El primero de los eslabones del sistema es el Centro de Rehabilitación Psicosocial pero, superada esa fase, la idea es que cada beneficiario avance a otro, en función de sus necesidades y capacidades, para evitar una posible recaída y facilitar su plena integración. Ese proceso de crecimiento no acaba nunca. “No hay eslabón último”, dice Lozano. Por eso, cuando es preguntado por el número de proyectos que alberga la asociación que dirige, responde que más de 200. “Tenemos tantos proyectos como personas”, asevera.
En esa segunda fase, la opción varía. PROINES atiende, por un lado, y en la medida de sus posibilidades, la integración laboral -a través del centro Laboral y ocupacional, la formación específica y el apoyo en la búsqueda activa de empleo- y, por otro, la autonomía personal, a través de las viviendas supervisadas. Ambas vías son claves para el empoderamiento y la independencia de las personas, y en ambas hay más demanda que oferta. “Los recursos en Extremadura son insuficientes”, asegura Lozano. Lo mismo opina Miguel Ángel Muñoz, que levanta la mirada del marco de fotos en el que está trabajando para denunciar la escasez de presupuesto destinado a esta materia en su Comunidad. Fabrica, de manera artesanal, marcos y pequeñas encuadernaciones. Es uno de los miembros del taller ocupacional con vistas a acceder, en un futuro próximo, a una de las plazas de formación destinadas a la integración en el mercado laboral ordinario.
A escasos metros, una decena de personas trabajan montando y empaquetando patas de somieres para una empresa colaboradora. Es un trabajo simulado y A cambio reciben una pequeña aportación que PROINES invierte en actividades de ocio. De esta forma, asegura Cándida Parejo, la técnica de integración laboral y ocupacional de la asociación, “se acostumbran a tener una rutina, se sienten útiles y trabajan sus habilidades sociales y psicomotrices”.
Entre los ruidos del taller se cuela la voz de Manuel Romero. Es miembro de la Asociación en favor de las Personas con Discapacidad Intelectual de Don Benito (APROSUBA). Tiene un huerto en el que trabaja con los beneficiarios de su entidad y se ha acercado a las instalaciones de PROINES en busca del consejo de Reyes, ingeniera agrónoma, que está impartiendo allí el curso de viverista.
Ella se encarga de la formación teórica y práctica. Les enseña a realizar “las labores preparatorias del terreno, el mantenimiento, la conservación y el desarrollo de plantas hortícolas y ornamentales”. En el terreno aprenden “el mimo y el cariño con el que hay que tratar al producto”, explica la agrónoma.
Cándida Parejo no sólo busca el nicho de mercado antes de programar las actividades formativas, sino que se encarga después de buscar empleadores que estén dispuestos a contratar personas con un trastorno mental grave. Ha conseguido establecer una colaboración estrecha con varias empresas, pero asegura que la discriminación en este sentido sigue patente. Está decidida, sin embargo, a no ceder ante los prejuicios. Entre trabajadores y estudiantes han habilitado una zona ajardinada junto al invernadero, donde Parejo organiza desayunos empresariales “para que quienes hacen las contrataciones puedan ver que [los alumnos] están perfectamente preparados para trabajar”. En los 9 años que lleva trabajando para PROINES, insiste, “no se ha dado ninguna baja laboral por recaída”. Conquistar Siberia Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña, parece ser el lema de los trabajadores de PROINES. La Siberia extremeña, al noreste de la provincia de Badajoz, es una zona rural en la que viven unas 26.000 personas que se reparten en 18 pequeñas localidades dispersas por un amplio territorio de 2.836 Km2. “Son pueblos sin recursos ni medios”, explica Lozano. María José Díaz, la trabajadora social de PROINES, añade que en estas zonas rurales el estigma es más fuerte que en las urbanas: “La enfermedad está tapada. El asunto económico se ha resuelto con una pensión y se ha normalizado que el afectado esté en casa. Pero el problema real sale a la luz cuando los padres de la persona con el trastorno de salud mental fallecen”.
Para evitar situaciones de este tipo, y con la premisa de que, en palabras de Lozano, “para que el modelo de atención sea eficiente tiene que pegarse al terreno y adaptarse a él”, PROINES ha puesto en marcha recientemente un centro de inserción social y acompañamiento integral en Talarrubias, uno de los pueblos de la Siberia extremeña. La ubicación del centro responde a criterios de optimización de recursos y de facilidad de gestión: Allí están también el centro de salud mental y el hospital comarcal.
Sin embargo, la financiación conseguida por PROINES para este proyecto es muy inferior a la necesaria. Por eso las funciones de inserción Social y de acompañamiento se realizan en un mismo centro, por una misma Terapeuta ocupacional –que trabaja con el apoyo constante de los profesionales de PROINES-, y por eso sólo están disponibles 20 horas a la semana. Es mucho menos de lo que se necesita, pero “la alternativa era no hacer nada”, dice Lozano, que confía en que el recurso irá creciendo poco a poco, como lo han hecho los de Don Benito.
De momento, la entidad ha organizado una jornada técnica para anunciar el centro a todos los profesionales del sector que trabajan en la zona, “para que sepan que pueden derivar allí a sus pacientes”, explica el director de PROINES. Se trata de afianzar un “recurso intermedio que al menos consiga paliar medianamente las necesidades de las personas con problemas de salud mental en la zona, para que puedan integrarse en la comunidad y recibir un tratamiento”. El primer eslabón.
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