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Yo tenía 24 años cuando ocurrió este hecho. Particularmente no lo recuerdo de manera grata, aunque no creo que nadie tenga un buen recuerdo de esta situación. Es cierto que entré exaltado y alterado en Urgencias del hospital. Previo ingreso, me ofrecieron subir a la camilla para ser tratado. A pesar de aceptar de buena gana tumbarme en la camilla y ser ingresado en el hospital, y acceder a ponerme una inyección (para calmarme), insisto en lo de que estuve conforme, me sujetaron 4 enfermeros y enfermeras, 2 médicos y médicas, 1 bedel y 2 guardias de seguridad del hospital, dejándome inmóvil y alterándome más aún, debido a la sensación de cohibición total.

Al despertar en la sala de observación atado de brazos, piernas y cadera, mis sensaciones no fueron de alegría en absoluto, sino de una desesperanza plena y corroída, aunque fue un sentir fugaz debido a la sedación. Al mediodía del día siguiente ya no tenía esas correas por “buen comportamiento", pero recuerdo al vecino de habitación de esa fatídica cuarta planta del hospital. Él no tuvo esa “misma suerte”, por decir algo. Estuvo contenido mecánicamente los 20 días que duró mi ingreso, excepto dos.

Volvieron a maniatarme, en este caso entre 2 guardias de seguridad, cuando mostré mi queja porque la visita familiar fue muy corta; apenas sentí que estuvieron conmigo 5 minutos, pero no bastó mi queja, ni valió mi sentir ni decir de nada, para que el servicio privado de ese hospital público murciano tuviera licencia para apresarme, tumbarme y atarme de nuevo a la cama de pies, manos y cadera durante las siguientes horas.

Realmente una experiencia similar a esta y con la trascendencia que puede tener la magnitud de los hechos, solo me lleva a pensar en qué tipo de servicio es el que se enseña y se lleva a la práctica profesionalmente en lugares de “cuidados”. Puede que leer esto te haya conmovido un poquito, o puede que haya sido insignificante porque el sufrimiento de algunas personas con problemas de salud mental, o incluso de sus familias durante el acompañamiento, ha podido ser más traumatizante. Pero no escribo estas palabras para competir por lo padecido.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text css=""]Decir que esta experiencia me provocó, entre otras cosas, inseguridades los siguientes años, miedo a las personas y estar sobremedicado. NO recibí ningún tipo de diagnóstico, ni información sobre el nivel de gravedad o qué me pasaba, por parte del hospital, y sufrí la indiferencia total en el trato por parte de algunos sanitarios y sanitarias, aunque es cierto que hay otras y otros que saben empatizar mucho.

Han pasado 11 años desde aquello y he podido pasar muchas páginas. Rehíce mi vida sentimental, profesional, social, afectiva o familiar en muchas ocasiones. Tengo muy claro que es crucial luchar y defender que se respeten los derechos fundamentales para todas las personas, y en especial, para las personas con discapacidad. Es esencial conseguir contenciones cero, en cualquier tipo de tratamiento y atención sanitaria, para lograr un mundo más amable, sensato y humano.

 

Artículo de opinión, pertenenciente a la sección "La Voz de SALUD MENTAL ESPAÑA", publicado en el nº 3 de la Revista Encuentro, 2023.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_separator css=""][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_btn title="Leer el Informe sobre tratamientos ingresos involuntarios en salud mental " color="success" align="center" css="" link="url:https%3A%2F%2Fconsaludmental.org%2Fcentro-documentacion%2Finforme-tratamientos-ingresos-involuntarios-salud-mental%2F|target:_blank"][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text css=""][/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width="1/4"][vc_btn title="VOLVER A NOTICIAS" style="gradient-custom" gradient_custom_color_1="#ffffff" gradient_custom_color_2="#ffffff" gradient_text_color="#005b50" shape="square" align="center" i_icon_fontawesome="fa fa-chevron-circle-left" add_icon="true" link="url:%2Fnoticias%2F|title:NOTICIAS||"][/vc_column][vc_column width="1/4"][/vc_column][vc_column width="1/4"][/vc_column][vc_column width="1/4"][/vc_column][/vc_row]
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Conseguir contenciones cero

21/06/2024

Artículo de opinión de Jonatan Yuste Carrasco, representante de la Federación Salud Mental Región de Murcia en el Comité Pro Salud Mental En Primera Persona de SALUD MENTAL ESPAÑA.
Jonatan Yuste Carrasco

Me llamo Jonatan Yuste Carrasco y fui víctima de contenciones mecánicas durante mi primer ingreso hospitalario. Una correa de contención mecánica puede tener similitudes con la correa de un animal doméstico, pero no se parece en nada, ya que los animales domésticos, al menos, tienen el consuelo de moverse de “manera libre”. Las correas mecánicas están hechas y pensadas exclusivamente para limitar cualquier tipo de movimiento sobre una cama, es decir, no podrás mover las piernas, los brazos, la cabeza o el tronco, ni tan siquiera 10 centímetros.

Yo tenía 24 años cuando ocurrió este hecho. Particularmente no lo recuerdo de manera grata, aunque no creo que nadie tenga un buen recuerdo de esta situación. Es cierto que entré exaltado y alterado en Urgencias del hospital. Previo ingreso, me ofrecieron subir a la camilla para ser tratado. A pesar de aceptar de buena gana tumbarme en la camilla y ser ingresado en el hospital, y acceder a ponerme una inyección (para calmarme), insisto en lo de que estuve conforme, me sujetaron 4 enfermeros y enfermeras, 2 médicos y médicas, 1 bedel y 2 guardias de seguridad del hospital, dejándome inmóvil y alterándome más aún, debido a la sensación de cohibición total.

Al despertar en la sala de observación atado de brazos, piernas y cadera, mis sensaciones no fueron de alegría en absoluto, sino de una desesperanza plena y corroída, aunque fue un sentir fugaz debido a la sedación. Al mediodía del día siguiente ya no tenía esas correas por “buen comportamiento», pero recuerdo al vecino de habitación de esa fatídica cuarta planta del hospital. Él no tuvo esa “misma suerte”, por decir algo. Estuvo contenido mecánicamente los 20 días que duró mi ingreso, excepto dos.

Volvieron a maniatarme, en este caso entre 2 guardias de seguridad, cuando mostré mi queja porque la visita familiar fue muy corta; apenas sentí que estuvieron conmigo 5 minutos, pero no bastó mi queja, ni valió mi sentir ni decir de nada, para que el servicio privado de ese hospital público murciano tuviera licencia para apresarme, tumbarme y atarme de nuevo a la cama de pies, manos y cadera durante las siguientes horas.

Realmente una experiencia similar a esta y con la trascendencia que puede tener la magnitud de los hechos, solo me lleva a pensar en qué tipo de servicio es el que se enseña y se lleva a la práctica profesionalmente en lugares de “cuidados”. Puede que leer esto te haya conmovido un poquito, o puede que haya sido insignificante porque el sufrimiento de algunas personas con problemas de salud mental, o incluso de sus familias durante el acompañamiento, ha podido ser más traumatizante. Pero no escribo estas palabras para competir por lo padecido.

Decir que esta experiencia me provocó, entre otras cosas, inseguridades los siguientes años, miedo a las personas y estar sobremedicado. NO recibí ningún tipo de diagnóstico, ni información sobre el nivel de gravedad o qué me pasaba, por parte del hospital, y sufrí la indiferencia total en el trato por parte de algunos sanitarios y sanitarias, aunque es cierto que hay otras y otros que saben empatizar mucho.

Han pasado 11 años desde aquello y he podido pasar muchas páginas. Rehíce mi vida sentimental, profesional, social, afectiva o familiar en muchas ocasiones. Tengo muy claro que es crucial luchar y defender que se respeten los derechos fundamentales para todas las personas, y en especial, para las personas con discapacidad. Es esencial conseguir contenciones cero, en cualquier tipo de tratamiento y atención sanitaria, para lograr un mundo más amable, sensato y humano.

 

Artículo de opinión, pertenenciente a la sección «La Voz de SALUD MENTAL ESPAÑA», publicado en el nº 3 de la Revista Encuentro, 2023.