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Me llamo Mariano Sanz de Frutos y soy la pareja de Yolanda, una persona con problemas de salud mental, con un diagnóstico de trastorno bipolar, desde los 15 años.

Ella me ha hecho ver la vida desde otro punto de vista, sin juzgar, sin etiquetar, sin catalogar a nadie. Llevamos juntos más de 30 años. Compartiendo lo bueno y lo menos bueno. Nos casamos en 2004 y tenemos un negocio en común, un proyecto en el que nos embarcamos juntos y del cual disfrutamos mucho: una escuela de baile.

Hemos compartido todo desde siempre. Ella tenía 17 años y yo 22 cuando nos conocimos. Primero, fue una atracción física, y después fue cuando me arrolló con su personalidad. Es una persona seria, entregada, preocupada por los demás, con un corazón enorme y con unas convicciones muy marcadas que lleva a la práctica siempre que puede.

Recuerdo cuando nos conocimos, su vitalidad, su fuerza, sus ganas de vivir; siempre con una sonrisa en la cara y mirando hacia adelante, sin importarle que haya trabas en el camino, pues lleva la decisión de superarlas y se le ve en los ojos.

Eso te enamora, te llena y hace que tu corazón quiera compartir su energía con el suyo. Hace que esas cosas, que para ella son importantes, sean las mismas cosas importantes que para ti.

Y así, empezamos a compartir ilusiones, proyectos, “ganas de vivir”. Porque lo primero son las personas, nadie puede catalogar a una persona por su condición, y si alguien lo hace, le recomiendo que primero se mire ella o él y corrija todo lo que seguro está mal en sí mismo.

Es una persona con la que se puede hablar de todo, que se puede ir con ella a todos los lados y, sobre todo, es la persona más entregada que conozco. Antes de que se lo pidas ya está para ayudarte o para lo que necesites.

En los momentos malos, cuando no podía estar con los demás por problemas, recurríamos a los paseos, a compartir con la familia más cercana (con la cual nos comprometimos desde un principio para compartir estos ratos), irnos juntos a hablar, de lo que sea, pero hablar, y tener la mente ocupada para poder liberarla de los demonios que habitan en ella.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Hemos luchado por nuestra vida de pareja de forma muy activa, contra la medicación y contra la sociedad. Hemos tenido que superar obstáculos de toda índole. La catalogación: somos una enfermedad, no somos una persona… me enfada y me cabrea muchísimo. ¿En qué mente enferma de verdad caben estos pensamientos?

Nunca se debe dar mayor importancia a algo que sabemos que con una pastilla queda resuelto. Me duele la cabeza… “tómate una aspirina”. Tengo ardor de estómago… “hazte una manzanilla”, etc.

Cuando hay una recaída, un ingreso, una convalecencia, hay que enfrentarlo como algo normal: gripe, anginas, rotura de hueso… ¿eso sí está bien y lo nuestro no?

Qué sociedad más poco preparada tenemos, para estar ya en pleno siglo XXI…

Nos planteamos tener hijos y eso provocó una serie de ingresos entre los años 2007 y 2008, después de lo cual decidimos adoptar. Cuál es nuestra sorpresa cuando, de nuevo, nos vuelven a catalogar, volvemos a ser una enfermedad mental, ya no somos personas… algo que nos hizo gracia fue que, si adoptamos y viene una niña o niño con enfermedad mental, ¿qué haríamos? Pues darle amor, cariño, una vida. ¿O por eso va a tener que ser diferente? Nuestra vida está normalizada, y es lo que queremos transmitir. La sociedad es muy hipócrita: se aprovecha de la ignorancia para intentar sabotear nuestra felicidad y la de tantas personas que están en nuestra misma situación.

Esta vivencia me aporta valores, crecimiento personal, conciencia social… me ayuda a ser una persona que valora las cosas de un modo distinto, que las ve de otra manera, más sentidas y con más corazón hacia las personas, más concienciado hacia la riqueza de la diversidad.

 

 

Artículo de opinión, pertenenciente a la sección "La Voz de SALUD MENTAL ESPAÑA", publicado en el nº 3 de la Revista Encuentro, 2020.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width="1/4"][vc_btn title="VOLVER A NOTICIAS" style="gradient-custom" gradient_custom_color_1="#ffffff" gradient_custom_color_2="#ffffff" gradient_text_color="#005b50" shape="square" align="center" i_icon_fontawesome="fa fa-chevron-circle-left" add_icon="true" link="url:%2Fnoticias%2F|title:NOTICIAS||"][/vc_column][vc_column width="1/4"][/vc_column][vc_column width="1/4"][/vc_column][vc_column width="1/4"][/vc_column][/vc_row]
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“Cuando hay una recaída, hay que enfrentarlo como algo normal”

14/05/2021

Artículo de opinión de Mariano Sanz, socio de Salud Mental Aranda y pareja de una persona con trastorno mental. Publicado en el nº 3 de la Revista Encuentro, año 2020.
Foto Mariano Sanz Revista Encuentro

Otra vez se siente mal y se va a la cama. Así descansa y la cabeza deja de darle vueltas y de agobiarse. Después, se levantará descansada y con ganas de hacer cosas.

Me llamo Mariano Sanz de Frutos y soy la pareja de Yolanda, una persona con problemas de salud mental, con un diagnóstico de trastorno bipolar, desde los 15 años.

Ella me ha hecho ver la vida desde otro punto de vista, sin juzgar, sin etiquetar, sin catalogar a nadie. Llevamos juntos más de 30 años. Compartiendo lo bueno y lo menos bueno. Nos casamos en 2004 y tenemos un negocio en común, un proyecto en el que nos embarcamos juntos y del cual disfrutamos mucho: una escuela de baile.

Hemos compartido todo desde siempre. Ella tenía 17 años y yo 22 cuando nos conocimos. Primero, fue una atracción física, y después fue cuando me arrolló con su personalidad. Es una persona seria, entregada, preocupada por los demás, con un corazón enorme y con unas convicciones muy marcadas que lleva a la práctica siempre que puede.

Recuerdo cuando nos conocimos, su vitalidad, su fuerza, sus ganas de vivir; siempre con una sonrisa en la cara y mirando hacia adelante, sin importarle que haya trabas en el camino, pues lleva la decisión de superarlas y se le ve en los ojos.

Eso te enamora, te llena y hace que tu corazón quiera compartir su energía con el suyo. Hace que esas cosas, que para ella son importantes, sean las mismas cosas importantes que para ti.

Y así, empezamos a compartir ilusiones, proyectos, “ganas de vivir”. Porque lo primero son las personas, nadie puede catalogar a una persona por su condición, y si alguien lo hace, le recomiendo que primero se mire ella o él y corrija todo lo que seguro está mal en sí mismo.

Es una persona con la que se puede hablar de todo, que se puede ir con ella a todos los lados y, sobre todo, es la persona más entregada que conozco. Antes de que se lo pidas ya está para ayudarte o para lo que necesites.

En los momentos malos, cuando no podía estar con los demás por problemas, recurríamos a los paseos, a compartir con la familia más cercana (con la cual nos comprometimos desde un principio para compartir estos ratos), irnos juntos a hablar, de lo que sea, pero hablar, y tener la mente ocupada para poder liberarla de los demonios que habitan en ella.

Hemos luchado por nuestra vida de pareja de forma muy activa, contra la medicación y contra la sociedad. Hemos tenido que superar obstáculos de toda índole. La catalogación: somos una enfermedad, no somos una persona… me enfada y me cabrea muchísimo. ¿En qué mente enferma de verdad caben estos pensamientos?

Nunca se debe dar mayor importancia a algo que sabemos que con una pastilla queda resuelto. Me duele la cabeza… “tómate una aspirina”. Tengo ardor de estómago… “hazte una manzanilla”, etc.

Cuando hay una recaída, un ingreso, una convalecencia, hay que enfrentarlo como algo normal: gripe, anginas, rotura de hueso… ¿eso sí está bien y lo nuestro no?

Qué sociedad más poco preparada tenemos, para estar ya en pleno siglo XXI…

Nos planteamos tener hijos y eso provocó una serie de ingresos entre los años 2007 y 2008, después de lo cual decidimos adoptar. Cuál es nuestra sorpresa cuando, de nuevo, nos vuelven a catalogar, volvemos a ser una enfermedad mental, ya no somos personas… algo que nos hizo gracia fue que, si adoptamos y viene una niña o niño con enfermedad mental, ¿qué haríamos? Pues darle amor, cariño, una vida. ¿O por eso va a tener que ser diferente? Nuestra vida está normalizada, y es lo que queremos transmitir. La sociedad es muy hipócrita: se aprovecha de la ignorancia para intentar sabotear nuestra felicidad y la de tantas personas que están en nuestra misma situación.

Esta vivencia me aporta valores, crecimiento personal, conciencia social… me ayuda a ser una persona que valora las cosas de un modo distinto, que las ve de otra manera, más sentidas y con más corazón hacia las personas, más concienciado hacia la riqueza de la diversidad.

 

 

Artículo de opinión, pertenenciente a la sección «La Voz de SALUD MENTAL ESPAÑA», publicado en el nº 3 de la Revista Encuentro, 2020.