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    [post_content] => [vc_row][vc_column][vc_column_text]La pandemia nos ha obligado a cambiar muchas de nuestras rutinas y formas de relacionarnos. En el número anterior de la revista Encuentro, hicimos un repaso de las medidas desarrolladas por las entidades para adaptarse a la nueva situación. Pero ¿cómo la han vivido y viven los equipos técnicos y las personas atendidas? ¿Qué han supuesto y supondrán los cambios implementados? Nos hemos acercado a algunas de estas entidades de la Red SALUD MENTAL ESPAÑA para conocer cómo pasan un día en esta nueva normalidad.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image="77328" img_size="full" add_caption="yes" alignment="center" onclick="link_image"][vc_column_text]Son las 8.00 h de un día cualquiera. Suenan los despertadores en el Centro Residencial para personas con problemas de salud mental de la asociación Alfaem, en León. A las 9.00 h. toca desayuno, pero ya no es como un día cualquiera, sino como un día de pandemia. La llegada del COVID-19 ha obligado a este centro y a las 41 personas que residen en él, 17 mujeres y 24 hombres, a cambiar radicalmente su forma de organizarse.

Vanesa Granja Herrera, directora del Centro Residencial y trabajadora social, explica los cambios y las medidas de seguridad que han puesto en marcha desde el primer día de confinamiento, haciendo grupos burbuja de convivencia y para el desarrollo de actividades, limitando los contactos entre residentes y, sobre todo, evitando contactos innecesarios con personas del exterior.

Después del desayuno comienzan con varias actividades y talleres, según el día, que ahora con la pandemia también se han tenido que modificar y se realizan en grupos pequeños, incluso algunas de forma individual, como los talleres de estimulación cognitiva o creatividad artística. Igualmente, las salidas se han restringido a dos por semana, de una hora cada una, en grupos pequeños y acompañados de un trabajador o trabajadora del centro, mientras que antes del COVID-19, las y los residentes podían salir a solas y cuando quisieran.

Las visitas se controlan mediante cita previa y se hacen en un lugar aparte. En verano, en el exterior; en invierno, bajo un porche bien ventilado y sin superar la media hora. Ahora, que ya todo el mundo ha recibido la vacuna, pueden verse también en la entrada del recinto. Son cambios de funcionamiento estructural que, según la directora del centro, han afectado a las personas residentes, pero que también les han mantenido sin casos de COVID-19, lo que se traduce en un estado de “seguridad y serenidad” entre residentes y familiares, mayor aún después de la vacunación.

“Hemos sido siempre un centro abierto y libre, donde la persona está voluntariamente, y en el que su opinión prevalecía a la de las y los profesionales. Además, teníamos muchos proyectos comunitarios con entidades externas, y ahora, todo esto, con la pandemia, no lo hemos podido mantener”, apunta Vanesa. “Lo más duro”, continua, “han sido los cambios de hábitos en su propia casa, donde han tenido que dejar de hacer todo lo que podían hacer antes e incluso, desde junio, van con mascarilla todo el día”. [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width="1/2"][vc_single_image image="77330" img_size="full" add_caption="yes" onclick="link_image"][/vc_column][vc_column width="1/2"][vc_column_text]Luis Mariano Díez, de 54 años, es residente en el centro desde hace cuatro y medio, y corrobora la opinión de la directora. Lo que peor lleva es no poder salir libremente, como antes, para dar paseos, tomar algo o hacer compras, que ahora hacen a través de cuidadores y cuidadoras. “La falta de libertad para salir es incómoda. Antes eras como un pájaro que anda suelto. Ahora han puesto a un pájaro más grande que nos manda para casa,” expresa.

También reconoce la soledad y la tristeza que le provoca el hecho de tener que comer separado del resto. Además de duplicar comedores y reducir los grupos de comensales, las personas se sientan en mesas individuales y separadas de las demás. “Es un cambio un poco triste porque notas las distancias, pero te tienes que acostumbrar. Al principio es llevadero, pero con el tiempo se hace cansado”, confiesa.

No obstante, Luis Mariano convive con su pareja en el centro y esto le “ayuda a pasar los días, porque nos apoyamos mutuamente”. En cuanto a su recuperación, percibe que con las restricciones “va más lenta”, aunque no ha notado un retroceso y sabe que cuando acabe la pandemia retomará su vida anterior sin problema.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

“Antes eras como un pájaro que anda suelto. Ahora han puesto a un pájaro más grande que nos manda para casa”

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Salud mental en pandemia: salvando las distancias

23/04/2021

Reportaje publicado en el nº 3 de la revista Encuentro, sobre las experiencias vividas por las personas que integran nuestro movimiento asociativo durante este año de pandemia: personas con experiencia propia en salud mental, familiares y profesionales.

La pandemia nos ha obligado a cambiar muchas de nuestras rutinas y formas de relacionarnos. En el número anterior de la revista Encuentro, hicimos un repaso de las medidas desarrolladas por las entidades para adaptarse a la nueva situación. Pero ¿cómo la han vivido y viven los equipos técnicos y las personas atendidas? ¿Qué han supuesto y supondrán los cambios implementados? Nos hemos acercado a algunas de estas entidades de la Red SALUD MENTAL ESPAÑA para conocer cómo pasan un día en esta nueva normalidad.

Grupo de Ayuda Mutua para familias, en Cataluña, antes de la pandemia
Grupo de Ayuda Mutua para familias, en Catalunya, antes de la pandemia

Son las 8.00 h de un día cualquiera. Suenan los despertadores en el Centro Residencial para personas con problemas de salud mental de la asociación Alfaem, en León. A las 9.00 h. toca desayuno, pero ya no es como un día cualquiera, sino como un día de pandemia. La llegada del COVID-19 ha obligado a este centro y a las 41 personas que residen en él, 17 mujeres y 24 hombres, a cambiar radicalmente su forma de organizarse.

Vanesa Granja Herrera, directora del Centro Residencial y trabajadora social, explica los cambios y las medidas de seguridad que han puesto en marcha desde el primer día de confinamiento, haciendo grupos burbuja de convivencia y para el desarrollo de actividades, limitando los contactos entre residentes y, sobre todo, evitando contactos innecesarios con personas del exterior.

Después del desayuno comienzan con varias actividades y talleres, según el día, que ahora con la pandemia también se han tenido que modificar y se realizan en grupos pequeños, incluso algunas de forma individual, como los talleres de estimulación cognitiva o creatividad artística. Igualmente, las salidas se han restringido a dos por semana, de una hora cada una, en grupos pequeños y acompañados de un trabajador o trabajadora del centro, mientras que antes del COVID-19, las y los residentes podían salir a solas y cuando quisieran.

Las visitas se controlan mediante cita previa y se hacen en un lugar aparte. En verano, en el exterior; en invierno, bajo un porche bien ventilado y sin superar la media hora. Ahora, que ya todo el mundo ha recibido la vacuna, pueden verse también en la entrada del recinto. Son cambios de funcionamiento estructural que, según la directora del centro, han afectado a las personas residentes, pero que también les han mantenido sin casos de COVID-19, lo que se traduce en un estado de “seguridad y serenidad” entre residentes y familiares, mayor aún después de la vacunación.

“Hemos sido siempre un centro abierto y libre, donde la persona está voluntariamente, y en el que su opinión prevalecía a la de las y los profesionales. Además, teníamos muchos proyectos comunitarios con entidades externas, y ahora, todo esto, con la pandemia, no lo hemos podido mantener”, apunta Vanesa. “Lo más duro”, continua, “han sido los cambios de hábitos en su propia casa, donde han tenido que dejar de hacer todo lo que podían hacer antes e incluso, desde junio, van con mascarilla todo el día”.

Luis Mariano en el momento de la vacuna contra el COVID-19
Luis Mariano en el momento de la vacuna contra el COVID-19

Luis Mariano Díez, de 54 años, es residente en el centro desde hace cuatro y medio, y corrobora la opinión de la directora. Lo que peor lleva es no poder salir libremente, como antes, para dar paseos, tomar algo o hacer compras, que ahora hacen a través de cuidadores y cuidadoras. “La falta de libertad para salir es incómoda. Antes eras como un pájaro que anda suelto. Ahora han puesto a un pájaro más grande que nos manda para casa,” expresa.

También reconoce la soledad y la tristeza que le provoca el hecho de tener que comer separado del resto. Además de duplicar comedores y reducir los grupos de comensales, las personas se sientan en mesas individuales y separadas de las demás. “Es un cambio un poco triste porque notas las distancias, pero te tienes que acostumbrar. Al principio es llevadero, pero con el tiempo se hace cansado”, confiesa.

No obstante, Luis Mariano convive con su pareja en el centro y esto le “ayuda a pasar los días, porque nos apoyamos mutuamente”. En cuanto a su recuperación, percibe que con las restricciones “va más lenta”, aunque no ha notado un retroceso y sabe que cuando acabe la pandemia retomará su vida anterior sin problema.

“Antes eras como un pájaro que anda suelto. Ahora han puesto a un pájaro más grande que nos manda para casa”

Vanesa también se muestra confiada en que no tendrán problema para volver a las rutinas pre-pandemia “porque lo están deseando”, aunque advierte que algunas de las nuevas prácticas han llegado para quedarse, “porque hemos visto que son beneficiosas”. Por ejemplo, se mantendrán los grupos reducidos en los turnos de comedor y en actividades, “porque permite estar más pendientes e individualizar la atención aún más”.

La salud mental gracias al legado de Antonio Meucci

Si algo ha hecho esta pandemia ha sido “poner en valor el teléfono de toda la vida”. Es una de las conclusiones de Cristina Conejo, responsable del programa Activa’t per la Salut Mental de Barcelona, de la Federació Salut Mental Catalunya, y una de los cientos de profesionales para quienes este aparato, ideado por Antonio Meucci hace 167 años, ha sido prácticamente una extensión de su brazo durante esta pandemia.

Con la llegada del COVID-19 en marzo y al igual que otras muchas entidades, la federación catalana se ha tenido que adaptar en tiempo récord a las nuevas circunstancias, para seguir atendiendo a sus usuarias y usuarios en la distancia. “Hemos hecho una adaptación súper rápida. Estábamos acostumbradas a atender por teléfono y correo, así que solo era aumentar esa atención”, explica Cristina, quien subraya que en este período han hecho “mucho trabajo de contención, seguimiento y acompañamiento”, principalmente en situaciones de pérdida de trabajo, problemas para el cobro de ayudas o la soledad de la gente mayor.

También han incorporado herramientas online, “aunque con lo digital no llegamos a todo el mundo. Lo presencial sigue siendo muy necesario”, recuerda Cristina. En este sentido, pone el ejemplo de los Grupos de Ayuda Mutua, que suelen ser presenciales y en los que las personas con experiencia propia se han adaptado con más facilidad al formato online, que los familiares “quizá por la brecha digital. Por eso en el futuro intentaremos combinar los efectos beneficiosos de las dos opciones”, adaptándose así a las necesidades de cada persona y grupo.

El voluntariado en salud mental también ha cambiado

Andrés Colao, voluntario en salud mental desde hace tres años y medio, y representante del Comité Pro Salud Mental en Primera Persona de AFESA Asturias, narra cómo ha cambiado su actividad con la pandemia. “Antes iba al local social, hacíamos talleres y yo hablaba con las personas que lo necesitaban”. Pero en marzo, el local se cerró y una vez más, el teléfono y, en su caso, también las redes sociales, han sido cruciales para contactar y compartir experiencias con otras personas.

Andrés es un firme defensor del papel de la persona con experiencia propia en salud mental a la hora de acompañar e informar a la población. Destaca las charlas, vía telemática, para estudiantes de 15 y 16 años y su reacción. “La mayoría se extraña de que tengamos el estigma que sufrimos. Les hacemos pensar sobre la situación y por mi percepción, noto mucho interés. Se quedan pensando que esto les puede pasar a ellos”.

Por ello, el reto principal de Andrés para el futuro inmediato es conseguir que la salud mental sea una prioridad a todos los niveles. Como pedía el lema del Día Mundial de la Salud Mental 2020, una prioridad global.

Reportaje publicado en el nº 3 de la Revista Encuentro, 2020.