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[post_content] => [vc_row][vc_column][vc_column_text]Gente sin casa, casas sin gente. Es el final de la canción ‘No hay tanto pan’, de Silvia Pérez Cruz. En ella denuncia los desahucios, una de las numerosas causas de que una persona, de la noche a la mañana, se encuentre sin recursos, viviendo en la calle y profundamente afectada por un problema de salud mental. Es una situación que sigue, empeora y nunca toca techo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Le ocurrió a África, de 52 años, que con 47 perdió su empleo en una empresa de limpieza tras diagnosticarle cáncer. Al perder el trabajo, su situación económica, naturalmente, empeoró, hasta el punto de que el banco la desahució y se quedó en la calle, donde vive desde entonces. “Para mí fue desgarrador quedarme sin hogar. El mismo día en que nació mi nieta, me quedé sin casa”, recuerda África, quien a raíz del desahucio comenzó a desarrollar trastornos mentales, que la vida sin un hogar fue agravando.
Desorientación, varias crisis, estancias en albergues donde afirma no sentirse segura, incluso intentos de suicidio, han sido algunos duros episodios en la vida de África. “Tuve una tentativa de suicidio. Acudí a Fundación RAIS para despedirme de mis hijos, cuando Carmen Tamayo (una de las trabajadoras de la organización en aquel momento) descubrió mis intenciones. Entonces me ayudó y animó a entrar en Mujereando”, un proyecto teatral para mujeres sin hogar, que coordina Tamayo y que fue la tabla que mantuvo, y aún hoy mantiene a flote a África.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image="75442" img_size="full" add_caption="yes" alignment="center" onclick="link_image"][vc_column_text]Junto a esa tabla, encontró los remos para poder avanzar en ASAENES Salud Mental, de Sevilla, entidad del movimiento asociativo SALUD MENTAL ESPAÑA, donde actualmente recibe los apoyos y recursos que necesita para poder reorientar su vida.
Maite Marcos, directora técnica de ASAENES, explica que la entidad gestiona, junto con Faisem, un centro de día de baja exigencia, es decir, muy flexible en cuanto a la atención y que se adapta a las necesidades de cada persona en cada momento. “El centrointenta cubrir las necesidades básicas de higiene, con duchas y lavandería, vestuario y alimentación, hacemos seguimiento en el tránsito al alojamiento, damos apoyo farmacológico, ya sea para un trastorno mental o por cualquier otra dolencia, y hacemos acompañamientos a consultas médicas de salud mental, Atención Primaria, etc.”, detalla Marcos.
De las 93 personas atendidas el año pasado por ASAENES, 63 fueron hombres y 30, mujeres, entre las que se encuentra África, quien procura aprovechar al máximo los recursos y oportunidades que le brinda la asociación.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
“En España, actualmente, hay 11.000 personas sin hogar. Entre un 20% y 52% tiene un trastorno mental”
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Actualmente, vive en una tienda de campaña con su pareja, alejada de algunas “malas experiencias de acoso o robos” que ha tenido en albergues y que le provocaban un empeoramiento de su salud mental, aunque su aspiración indiscutible es conseguir un trabajo y una casa. “A través de ASAENES hago todo lo posible para encontrar un trabajo”, señala África quien “todavía” se siente “útil para seguir adelante y tener un trabajo, estabilidad, un apartamento aunque sea pequeñito; tener un hogar y recuperar una vida en condiciones”.
A unos 600 kilómetros de Sevilla, la asociación El Puente Salud Mental de Valladolid, es otra de las entidades de SALUD MENTAL ESPAÑA que ofrece recursos de acompañamiento y habitacionales a personas sin hogar con trastornos mentales.
La trayectoria de estos recursos aún es corta. Nacieron hace algo más de dos años, tras detectar la necesidad de apoyo a personas sin hogar con trastorno mental en la ciudad de Valladolid. La asociación ofrece acompañamiento a las consultas médicas y acceso a primeras visitas en salud mental, apoyo en la búsqueda de empleo, ayuda en trámites administrativos o en la búsqueda de alojamiento donde, reconoce, “hay muchas dificultades”.Mónica Marcos, educadora social y técnica referente del Programa de Inclusión Social de Salud Mental de la entidad, admite que “es complicado encontrar viviendas, porque el alquiler en su mayoría se ofrece solo a estudiantes, y en la asociación tampoco tenemos una red de contactos de personas que sepamos que alquilan sus casas. A ello se suma, que muchas personas en situación de calle no tienen ningún ingreso y eso dificulta también el acceso a la vivienda”. Para Marcos, tener una casa es una herramienta esencial para la recuperación.
El modelo Housing First y su efecto en la salud mental
El modelo Housing first surgió hace 20 años en Estados Unidos e invierte el planteamiento tradicional de afrontar el ‘sinhogarismo’, ofreciendo a la persona, como primer recurso, una vivienda, en lugar de obligarla a ir superando pasos: de la calle a un albergue, después a un alojamiento temporal y, por último, una vivienda permanente a la que un alto porcentaje de las personas no llegan porque el proceso es demasiado largo.
En España, la organización Hogar Sí apuesta por esta metodología para la reconstrucción vital de las personas sin hogar, ya tengan un trastorno mental o no, aunque desde la entidad sostienen que “la vivienda es un elemento esencial en el proceso de recuperación delas personas con problemas de salud mental.”[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width="1/2"][vc_single_image image="75448" img_size="full" add_caption="yes" onclick="link_image"][/vc_column][vc_column width="1/2"][vc_column_text]La experiencia de Carmen Flores Barrul, de 51 años, es una de las muchas que certifica este éxito del modelo Housing First. Después de 34 años viviendo en la calle, lleva cinco en una vivienda que le ha proporcionado Hogar Sí, donde convive con su pareja y su perro.
Durante estos cinco años, Carmen no ha faltado a una visita con su psiquiatra y no ha sufrido ninguna crisis. Tener esta casa le ha proporcionado una estabilidad, no solo material sino también, y sobre todo, mental y emocional. Cada semana recibe la visita de su técnico de referencia, quien realiza principalmente funciones de acompañamiento: a la consulta de la psiquiatra, o si es necesario, al centro de salud, o a hacer cualquier otra gestión que necesite.
Su vida en la calle, como ella misma define “nunca ha sido normal”. Nació en el barrio de Pan Bendito, en Madrid. Hija única, su madre la abandonó al nacer y se crio con su abuela paterna. De sus recuerdos de infancia le quedan los malos tratos que sufría constantemente y que hacían que su único deseo fuese huir. “Me pegaban y me ataban con cadenas para que no pudiera escapar”, recuerda con dolor.
A los 12 años consiguió huir y desde esa edad ha vivido en la calle, hasta que, el día de su 46 cumpleaños, le hicieron “el mejor regalo que me podían hacer. Las llaves de esta casa”, comenta con una amplia sonrisa que se intuye detrás de la mascarilla.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]El maltrato en su infancia le dejó importantes secuelas en su salud mental, que la situación de calle ha empeorado, provocándole una discapacidad reconocida del 67%. Sin estudios, sin saber leer ni escribir, ha sustentado gran parte de su vida en los hurtos para poder comer y sobrevivir. Ahora, recibe una pensión por discapacidad, con la que puede asumir parte de los gastos de la casa.
Al igual que África, ha tenido malas experiencias en los albergues. “Son lugares conflictivos, donde hay robos y peleas, y en el último vi cómo un chico se suicidaba. Todos los días decía que se iba a suicidar, pero nadie le hacía caso. Hasta que un día lo hizo. Y yo también lo he intentado, varias veces”, confiesa.
Estos años, afortunadamente, ya quedaron atrás para dar paso a un presente en el que “lo que más disfruto son las duchas por la mañana. Me siento como si me hubiera tocado la lotería”, asegura Carmen y afirma que no cambiaría su situación actual “ni por todo el dinero del mundo”.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
"Son lugares conflictivos, donde hay robos y peleas, y en el último vi cómo un chico se suicidaba. Todos los días decía que se iba a suicidar, pero nadie le hacía caso. Hasta que un día lo hizo. Y yo también lo he intentado, varias veces"
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]El mazazo de la pandemia
Las personas sin hogar han sido las grandes damnificadas, pero también las grandes olvidadas, durante la pandemia. Tal y como confirman desde ASAENES y El Puente Salud Mental Valladolid, durante el confinamiento tuvieron que paralizar su actividad de apoyo y “aunque procurábamos mantener el contacto por teléfono con las personas, en muchos casos era muy difícil y, a veces, imposible, con el riesgo de empeoramiento que ello conlleva”, explica Esteban Morillo, encargado del programa destinado a personas con trastorno mental grave en situación sin hogar de ASAENES.
África recuerda cómo vivía escondida, con miedo, y la ansiedad que le provocaba no poder tener una higiene, o tener que salir a por agua, comida o a intentar recargar el teléfono, su bien más preciado, evitando a la policía, a la que acusa de “muchísimo acoso y asedio”. De hecho, y ante constantes denuncias, SALUD MENTAL ESPAÑA editó una Guía con Recomendaciones de actuación dirigida a Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Las vidas de África o de Carmen son, lo creamos o no, ejemplos de lo que nos podría ocurrir a cualquiera, porque todas las personas estamos en riesgo de desarrollar un trastorno mental y porque el sinhogarismo es resultado de un fallo estructural del sistema, de un incumplimiento de la Constitución española, pero nunca, una elección personal, como se quiere hacer pensar. Pero esto queda para otro debate.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_separator][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Reportaje principal publicado en el nº 2 de la Revista Encuentro, 2020.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width="1/4"][vc_btn title="VOLVER A NOTICIAS" style="gradient-custom" gradient_custom_color_1="#ffffff" gradient_custom_color_2="#ffffff" gradient_text_color="#005b50" shape="square" align="center" i_icon_fontawesome="fa fa-chevron-circle-left" add_icon="true" link="url:%2Fnoticias%2F|title:NOTICIAS||"][/vc_column][vc_column width="1/4"][/vc_column][vc_column width="1/4"][/vc_column][vc_column width="1/4"][/vc_column][/vc_row]
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El sinhogarismo y los trastornos mentales no tocan techo
05/02/2021
Reportaje sobre los problemas de salud mental en la población sin hogar en España. Publicado en el nº 2 de la Revista Encuentro del año 2020.
Gente sin casa, casas sin gente. Es el final de la canción ‘No hay tanto pan’, de Silvia Pérez Cruz. En ella denuncia los desahucios, una de las numerosas causas de que una persona, de la noche a la mañana, se encuentre sin recursos, viviendo en la calle y profundamente afectada por un problema de salud mental. Es una situación que sigue, empeora y nunca toca techo.
Le ocurrió a África, de 52 años, que con 47 perdió su empleo en una empresa de limpieza tras diagnosticarle cáncer. Al perder el trabajo, su situación económica, naturalmente, empeoró, hasta el punto de que el banco la desahució y se quedó en la calle, donde vive desde entonces. “Para mí fue desgarrador quedarme sin hogar. El mismo día en que nació mi nieta, me quedé sin casa”, recuerda África, quien a raíz del desahucio comenzó a desarrollar trastornos mentales, que la vida sin un hogar fue agravando.
Desorientación, varias crisis, estancias en albergues donde afirma no sentirse segura, incluso intentos de suicidio, han sido algunos duros episodios en la vida de África. “Tuve una tentativa de suicidio. Acudí a Fundación RAIS para despedirme de mis hijos, cuando Carmen Tamayo (una de las trabajadoras de la organización en aquel momento) descubrió mis intenciones. Entonces me ayudó y animó a entrar en Mujereando”, un proyecto teatral para mujeres sin hogar, que coordina Tamayo y que fue la tabla que mantuvo, y aún hoy mantiene a flote a África.
Junto a esa tabla, encontró los remos para poder avanzar en ASAENES Salud Mental, de Sevilla, entidad del movimiento asociativo SALUD MENTAL ESPAÑA, donde actualmente recibe los apoyos y recursos que necesita para poder reorientar su vida.
Maite Marcos, directora técnica de ASAENES, explica que la entidad gestiona, junto con Faisem, un centro de día de baja exigencia, es decir, muy flexible en cuanto a la atención y que se adapta a las necesidades de cada persona en cada momento. “El centrointenta cubrir las necesidades básicas de higiene, con duchas y lavandería, vestuario y alimentación, hacemos seguimiento en el tránsito al alojamiento, damos apoyo farmacológico, ya sea para un trastorno mental o por cualquier otra dolencia, y hacemos acompañamientos a consultas médicas de salud mental, Atención Primaria, etc.”, detalla Marcos.
De las 93 personas atendidas el año pasado por ASAENES, 63 fueron hombres y 30, mujeres, entre las que se encuentra África, quien procura aprovechar al máximo los recursos y oportunidades que le brinda la asociación.
“En España, actualmente, hay 11.000 personas sin hogar. Entre un 20% y 52% tiene un trastorno mental”
Actualmente, vive en una tienda de campaña con su pareja, alejada de algunas “malas experiencias de acoso o robos” que ha tenido en albergues y que le provocaban un empeoramiento de su salud mental, aunque su aspiración indiscutible es conseguir un trabajo y una casa. “A través de ASAENES hago todo lo posible para encontrar un trabajo”, señala África quien “todavía” se siente “útil para seguir adelante y tener un trabajo, estabilidad, un apartamento aunque sea pequeñito; tener un hogar y recuperar una vida en condiciones”.
A unos 600 kilómetros de Sevilla, la asociación El Puente Salud Mental de Valladolid, es otra de las entidades de SALUD MENTAL ESPAÑA que ofrece recursos de acompañamiento y habitacionales a personas sin hogar con trastornos mentales.
La trayectoria de estos recursos aún es corta. Nacieron hace algo más de dos años, tras detectar la necesidad de apoyo a personas sin hogar con trastorno mental en la ciudad de Valladolid. La asociación ofrece acompañamiento a las consultas médicas y acceso a primeras visitas en salud mental, apoyo en la búsqueda de empleo, ayuda en trámites administrativos o en la búsqueda de alojamiento donde, reconoce, “hay muchas dificultades”.
Mónica Marcos, educadora social y técnica referente del Programa de Inclusión Social de Salud Mental de la entidad, admite que “es complicado encontrar viviendas, porque el alquiler en su mayoría se ofrece solo a estudiantes, y en la asociación tampoco tenemos una red de contactos de personas que sepamos que alquilan sus casas. A ello se suma, que muchas personas en situación de calle no tienen ningún ingreso y eso dificulta también el acceso a la vivienda”. Para Marcos, tener una casa es una herramienta esencial para la recuperación.
El modelo Housing First y su efecto en la salud mental
El modelo Housing first surgió hace 20 años en Estados Unidos e invierte el planteamiento tradicional de afrontar el ‘sinhogarismo’, ofreciendo a la persona, como primer recurso, una vivienda, en lugar de obligarla a ir superando pasos: de la calle a un albergue, después a un alojamiento temporal y, por último, una vivienda permanente a la que un alto porcentaje de las personas no llegan porque el proceso es demasiado largo.
En España, la organización Hogar Sí apuesta por esta metodología para la reconstrucción vital de las personas sin hogar, ya tengan un trastorno mental o no, aunque desde la entidad sostienen que “la vivienda es un elemento esencial en el proceso de recuperación delas personas con problemas de salud mental.”
La experiencia de Carmen Flores Barrul, de 51 años, es una de las muchas que certifica este éxito del modelo Housing First. Después de 34 años viviendo en la calle, lleva cinco en una vivienda que le ha proporcionado Hogar Sí, donde convive con su pareja y su perro.
Durante estos cinco años, Carmen no ha faltado a una visita con su psiquiatra y no ha sufrido ninguna crisis. Tener esta casa le ha proporcionado una estabilidad, no solo material sino también, y sobre todo, mental y emocional. Cada semana recibe la visita de su técnico de referencia, quien realiza principalmente funciones de acompañamiento: a la consulta de la psiquiatra, o si es necesario, al centro de salud, o a hacer cualquier otra gestión que necesite.
Su vida en la calle, como ella misma define “nunca ha sido normal”. Nació en el barrio de Pan Bendito, en Madrid. Hija única, su madre la abandonó al nacer y se crio con su abuela paterna. De sus recuerdos de infancia le quedan los malos tratos que sufría constantemente y que hacían que su único deseo fuese huir. “Me pegaban y me ataban con cadenas para que no pudiera escapar”, recuerda con dolor.
A los 12 años consiguió huir y desde esa edad ha vivido en la calle, hasta que, el día de su 46 cumpleaños, le hicieron “el mejor regalo que me podían hacer. Las llaves de esta casa”, comenta con una amplia sonrisa que se intuye detrás de la mascarilla.
El maltrato en su infancia le dejó importantes secuelas en su salud mental, que la situación de calle ha empeorado, provocándole una discapacidad reconocida del 67%. Sin estudios, sin saber leer ni escribir, ha sustentado gran parte de su vida en los hurtos para poder comer y sobrevivir. Ahora, recibe una pensión por discapacidad, con la que puede asumir parte de los gastos de la casa.
Al igual que África, ha tenido malas experiencias en los albergues. “Son lugares conflictivos, donde hay robos y peleas, y en el último vi cómo un chico se suicidaba. Todos los días decía que se iba a suicidar, pero nadie le hacía caso. Hasta que un día lo hizo. Y yo también lo he intentado, varias veces”, confiesa.
Estos años, afortunadamente, ya quedaron atrás para dar paso a un presente en el que “lo que más disfruto son las duchas por la mañana. Me siento como si me hubiera tocado la lotería”, asegura Carmen y afirma que no cambiaría su situación actual “ni por todo el dinero del mundo”.
«Son lugares conflictivos, donde hay robos y peleas, y en el último vi cómo un chico se suicidaba. Todos los días decía que se iba a suicidar, pero nadie le hacía caso. Hasta que un día lo hizo. Y yo también lo he intentado, varias veces»
El mazazo de la pandemia
Las personas sin hogar han sido las grandes damnificadas, pero también las grandes olvidadas, durante la pandemia. Tal y como confirman desde ASAENES y El Puente Salud Mental Valladolid, durante el confinamiento tuvieron que paralizar su actividad de apoyo y “aunque procurábamos mantener el contacto por teléfono con las personas, en muchos casos era muy difícil y, a veces, imposible, con el riesgo de empeoramiento que ello conlleva”, explica Esteban Morillo, encargado del programa destinado a personas con trastorno mental grave en situación sin hogar de ASAENES.
África recuerda cómo vivía escondida, con miedo, y la ansiedad que le provocaba no poder tener una higiene, o tener que salir a por agua, comida o a intentar recargar el teléfono, su bien más preciado, evitando a la policía, a la que acusa de “muchísimo acoso y asedio”. De hecho, y ante constantes denuncias, SALUD MENTAL ESPAÑA editó una Guía con Recomendaciones de actuación dirigida a Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Las vidas de África o de Carmen son, lo creamos o no, ejemplos de lo que nos podría ocurrir a cualquiera, porque todas las personas estamos en riesgo de desarrollar un trastorno mental y porque el sinhogarismo es resultado de un fallo estructural del sistema, de un incumplimiento de la Constitución española, pero nunca, una elección personal, como se quiere hacer pensar. Pero esto queda para otro debate.
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